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Diario de Alicante

 



Diario Información de Alicante, 15/11/96.

África arde por los cuatro costados. Es raro el día que en los medios no sale algún cruel asesinato por causas políticas. En el norte son fundamentalistas islámicos que degüellan mujeres impías -son las víctimas más frecuentes- por las más peregrinas causas: casarse con un cristiano, no llevar el velo, o a las niñas por asistir a la escuela. En el África subsahariana la jungla de siglas de los partidos políticos no camuflan que lo que hay detrás de ellas son bárbaras luchas tribales. Áquellos están en la Edad Media, éstos todavía no han llegado, ni siquiera, a ese punto. La salida fácil es echarle la culpa a la colonización occidental, y nadie niega que esa es una causa cierta. Pero la cuestión es: ¿cómo se pudo evitar esa colonización, ese dominio de las culturas más débiles por las más desarrolladas?. Ni África, ni Asia, ni ninguna tierra desde que el mundo es mundo, han escapado al conflicto entre los pueblos, las guerras por el territorio y las luchas tribales, mal que nos pese. Sin embargo, la gravedad de estos sucesos, en vez de disminuir, aumenta cada día. La causa profunda de la tragedia africana es el brutal choque de unas culturas protohistóricas con otras de la era atómica. No les podemos pedir a estos pueblos que asimilen en un siglo lo que nosotros hemos aprendido en más de veinte. Son pueblos que hasta el XIX se mantuvieron más o menos aislados, que tenían los mismos conflictos que hoy día y que los afrontaban con los medios adecuados a su época. La dimensión actual de su tragedia la marca la distancia que hay entre las lanzas y las flechas y los fusiles y los cañones. Los coches, las radios y las medicinas están sustituyendo a las acémilas, el tam-tam y los brujos, y, sin embargo, parece ser que, en la misma medida en que se difunden aquellos artefactos, sus problemas se están agravando.

El contacto de civilizaciones tan diacrónicas ha roto el equilibrio milenario que mantenía África en su flora, en su fauna y en sus gentes. La culpa no es de nadie y es de todos, pero, mientras tanto, hay personas que son tan inteligentes que ven más claro que otros el sufrimiento del prójimo, y son tan honrados que su conciencia no les permite quedarse en casa tomando chocolate con churros. Así eran Miguel Ángel Isla, Servando Mayor, Julio Rodríguez y Fernando de la Fuente. Su misión era simple: aliviar el dolor de los que sufren; su mensaje era claro: por encima de las tribus y naciones está el amor fraterno de los hijos de Dios; y su modelo inequívoco: Jesús el Nazareno, que murió en la cruz por salvar a la humanidad.

Quizás pensemos con rabia porque la muerte siempre siega primero la vida de los más valientes, de los más capaces, pero esa paradoja me la resolvió hace mucho tiempo un hermano huertano cuando, en el Colegio Marista de La Merced, me contestó:

«que el mejor grano se entierra en otoño para convertirse en pan en primavera».

Fco. Javier Albert Gutiérrez
Profesor de Historia Colegio Marista de Alicante