Granada | Solidaria |
El País |
Miércoles 13 noviembre 1996 - Nº 194
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INTERNACIONAL |
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Milicianos hutus mataron a los cuatro maristas ALFONSO ARMADA , Butare
En la capital cultural de Ruanda, Butare, 160 kilómetros al oeste del lugar de los hechos, dos hermanos maristas, amigos de los asesinados, Eugenio Sanz, de 50 años, y Juanjo Luján, de 28, terminan sus clases en el instituto de Save y reconstruyen paso a paso los antecedentes del asesinato con informaciones que han ido recabando desde la casa central en Roma, la provincial de Madrid y retazos de otros hermanos dispersos en el interior del torbellino sangriento en que se ha convertido Zaire.
Los misioneros maristas vivían a unos 15 kilómetros al noroeste de Bukavu, en una colina llamada Bugobe. Justo enfrente, en otra colina, se levantaba el campamento de Nyamirangwe, donde vivían precariamente 20.000 refugiados hutus huidos de Ruanda en 1994, cuando, tras el genocidio, el derrotado Ejército hutu y los interhamwe organizaron una gigantesca campaña de propaganda e intimidación y se llevaron un escudo humano de más de un millón de personas.
Eugenio Sanz, toledano de Talavera de la Reina y profesor de Matemáticas, Química, Biología, Religión y lo que le echen, recuerda que vio por última vez a los cuatro asesinados el pasado mes de febrero en un encuentro que celebraron en Nairobi, la capital keniana. «Me contaron que la situación en el campo era todo lo normal que ha sido la vida en los campos durante estos dos años y medio, con robos esporádicos ». Nada parecía prever el estallido de septiembre, cuando los banyamulenge (tutsis residentes en Zaire desde hace generaciones) se levantaron en armas contra el corrupto Ejército zaireño.
El gobernador de Kivu sur había anunciado que los banyamulenge -unos 400.000- tenían una semana para abandonar la región o «ser cazados como rebeldes». Los combates en la zona provocaron en octubre un éxodo de refugiados y población local que pronto puso a merced del hambre, la sed y la muerte a cerca de 400.000 personas. Las primeras decenas de miles acaban de llegar a Kisangani, casi 500 kilómetros al oeste. El campo de Nyamirangwe multiplicó su población por cinco en unos días: de 20.000 pasó a 100.000 personas. Y entre los recién llegados, numerosos interhamwe (los que hacen cosas juntos, sea cortar un árbol o matar) cargados de armas .
En Bugobe, los hermanos rehabilitaron unas viejas instalaciones y abrieron una escuela en la que enseñaban a más de mil niños. Mientras Miguel Ángel Isla, burgalés de 53 años, y Fernando de la Fuente, también burgalés, de 50, daban clases en la escuela a los hijos de los refugiados, Servando Mayor, el tercer burgalés del grupo, de 40 años, y Julio Rodríguez, vallisoletano de 40, que llevaba apenas unas semanas en la provincia de Kivu sur, bajaban todos los días a Nyamirangwe para repartir comida, atender un pequeño dispensario o hacer labor pastoral.
«Las cosas se empezaron a poner muy difíciles a finales de octubre. No sabemos exactamente qué ocurrió. Pero el caso es que fueron asesinados».
Tras la muerte, el posterior ensañamiento con el cadáver y la mayor humillación: mezclarlo con las heces. Un odio que se prolonga más allá del asesinato. El provincial de los maristas en Madrid, Adolfo Vara, se quejó ayer de la pasividad de la comunidad internacional. El embajador de España en Tanzania, José María Sanz Pastor, encargado de «rescatar vivos y recuperar cadáveres, si es posible», sigue en Kigali.
Los hermanos maristas difundieron ayer el siguiente comunicado para explicar las causas de la muerte de Servando Mayor, Miguel Ángel Isla, Julio Rodríguez y Fernando de la Fuente, los miembros de su congregación asesinados en Zaire.
«(...) El asesinato de los cuatro hermanos maristas se produjo en la tarde del 31 de octubre, y no el 7 de noviembre como hasta ahora habíamos pensado (...)».
«El día 31, dos seminaristas zaireños que estaban a unos diez kilómetros de la casa de los hermanos han declarado que un grupo de personas de las milicias hutus que hace dos años huyeron de Ruanda, y que desde entonces intentan controlar los campos de refugiados, asaltaron la vivienda de los maristas, la saquearon y mataron violentamente a los cuatro religiosos españoles, arrojando los cuerpos a una fosa (...)».
«Los asesinos, ahora ya claramente identificados como milicianos hutus del antiguo régimen ruandés, permanecieron varios días en la casa, lo que impidió el acceso de otras personas al lugar. Los pocos testigos que quedaban en los alrededores informan que los soldados vestían ropa de los hermanos esos días: uno el anorak de Fernando y otro las gafas y la camisa de Julio».
«La fosa en cuestión resulta ser un pozo negro de doce metros de profundidad y un metro de diámetro, cavado por los hermanos para el servicio de la casa. Ésta es una de las razones que dificulta enormemente los trabajos de la exhumación. En estas circunstancias, dudamos seriamente acerca de la posibilidad de repatriar los cadáveres». «Los hermanos allí presentes están haciendo todo lo posible para, una vez recuperados los restos, darles cristiana sepultura».
«Otra prueba que confirma la fecha del 31 de octubre es el haber encontrado entre los documentos personales de los hermanos el diario que Miguel Ángel Isla escribía fielmente cada jornada. Este escrito aparece interrumpido con esta referencia: '31 de octubre, 15.00 horas. Los dos sacerdotes y las religiosas se han marchado».
«Estos testimonios cuadran perfectamente con las últimas comunicaciones que el hermano Servando mantuvo con la casa central de Roma precisamente ese mismo día 31 a las 9.30 de la mañana. Decía entonces: 'Se han marchado del campo de Nyamirangwe todas las personas, incluidos los refugiados. Estamos solos, esperamos un ataque de un momento a otro. Si esta tarde no volvemos a telefonear, será una mala señal. Lo más probable será que nos quiten la radio y el teléfono. La zona está muy agitada, los refugiados huyen sin saber a dónde y es muy notoria la presencia de infiltrados y de personas violentas».
«A las dos de la tarde de ese mismo día, el superior general estableció comunicación con Servando y Julio, quienes le informaron de que se habían quedado en casa para no mezclarse con los militares que huían, en espera de que los refugiados volvieran nuevamente, como había ocurrido otras veces. A continuación, Servando habló con su madre y con el hermano provincial de los maristas de Andalucía. La central de la red de teléfono celular confirma que éstas fueron las últimas llamadas del exterior».
«Un aldeano zaireño informa que al atardecer de ese mismo día un grupo de militares se acercó a la casa de los hermanos, los tomaron como rehenes y luego los mataron. El mismo testigo declara haber oído a uno de los hermanos que gritó: '¡Dios mío, Dios mío, vamos a morir, ten misericordia de nosotros!».
«(...) Algunos medios de comunicación han emitido diversas hipótesis sobre las causas del asesinato de los hermanos. Según nuestras informaciones, la causa principal, y seguramente única, era que los hermanos eran los únicos extranjeros que habían quedado en la zona de Bugobe. Los antiguos soldados hutus estaban manipulando al resto de los refugiados para que sirvieran de escudo humano en caso de un ataque de los banyamulenges (rebeldes tutsis zaireños)».
«Es evidente que los hermanos eran testigos cualificados y molestos de lo que estaba pasando, y lo mejor era acabar con ellos. (...) Las voces de Servando, Miguel Ángel, Fernando y Julio no han podido ser silenciadas, han llegado hasta España y han despertado en muchos admiración o rabia ante la falta de coordinación y la pasividad de los responsables de la política internacional». España espera que la ONU apruebe
la operación militar en horas
Esa fuerza, según el secretario general de la ONU, Butros Butros-Gali, estaría comandada por Canadá. En ella participarían también España, Francia, Bélgica, Holanda, Italia y varios países africanos. El jefe del Gobierno español, José María Aznar, llamó al primer ministro canadiense, Jean Chretien, para expresarle su preocupación por el deterioro de la situación y lamentó el retraso en la puesta en marcha de una iniciativa internacional.
Estados Unidos, sin embargo, no ve claro ni el mandato canadiense ni el esquema y contenido de la operación . El portavoz de la Casa Blanca, Michael McCurry, declaró que Washington no desplegará sus tropas mientras su misión no esté claramente definida. Francia, por boca de su ministro de Defensa, Charles Millon, criticó las reticencias de EE UU para involucrarse en esta acción internacional.
La Organización para la Unidad Africana (OUA) no tiene objeciones al mando canadiense, pero los países africanos sí ven un problema : no aceptan que los costes corran por su cuenta . Según la OUA, si la ONU no corre con los gastos, «muy pocos países africanos» se sumarán a la iniciativa. |
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